Ruta de las Hadas… o de los cuentos de los hermanos Grimm (2ª Parte)

¡Por fin llegó el día de visitar el museo de los Hermanos Grimm! Me levanté feliz cual niño con balón de futbol nuevo. Estaba nervioso ya que, después de buscar mucha información por internet, descubrí que había ilustraciones de los propios hermanos Grimm de alguno de los cuentos. Además se podían leer las verdades historias y leyendas que tuvieron que ser modificadas, en beneficio de la integridad mental de los niños alemanes.

Bajamos a desayunar pensando con mucha hambre por mi parte, debido en su mayoría por las ganas de ir al museo. El desayuno fue el típico buffet de hotel, nada que destacar excepto que tenían naranjas naturales, algo que en Alemania es de agradecer dado que suelen ser caras. Cualquier parecido con las naranjas españolas era como los cuentos, pura fantasía. En fin, por lo menos mataba el gusanillo y la morriña.

hermanos Grimm estatuta

Después de comer más de lo que debiera, siempre me pasa en los buffet de desayuno, nos dirigimos en busca de nuestro VW Polo rojo puta (siento el adjetivo pero es que de verdad que era rojo puta). 6 minutos en coche hasta el museo.

Vamos a ver yo entiendo que el viernes 3 de Abril, Viernes Santo, celebrado por prácticamente todas las vertientes de la iglesia católica, el museo estuviera cerrado pero ¿qué un sábado de Semana Santa también lo cierres? ¡Por favor! No me lo podía creer, había trastocado por completo mis planes… y lo peor, mi ilusión.

ayuntamiento Alsted

Con la decepción como bandera de nuestro ánimo, nos dirigimos, con tiempo de sobra, hacia nuestro siguiente destino. Alsfeld. Este pueblo parece salida de una postal y, para muchos, es una de las localidades más bonitas de Alemania. Lo que más nos sorprendió fue el Ayuntamiento gótico, que es del siglo XVI y donde se puede apreciar la construcción típica de la zona con entramados de madera y base de piedra. También está el palacio renacentista Hochzeitshaus que es llamada la casa de las bodas y por supuesto la casita en la que se dice que vivía Caperucita Roja (Rottkäppchen en alemán). Después supimos que no es original de este pueblo, pero me imagino que por si es por ganar turistas que no quede.

Alsterd

Después de comernos un helado en una pequeña tienda italiana, fuimos en busca de una tienda de artesanía que en internet la ponían como la séptima maravilla. He de decir que si las expectativas son tan altas, al final, la impresión es menor. Es verdad que tenían miles de cosas, algunas bonitas y otras prácticamente desechables hasta como leña de chimenea, pero la verdad que la tienda era gigantesca, con pasadizos y pasillos que acababan en tejados de casas anexas al edificio principal. Después de recorrerla entera, y no haber encontrado nada, fuimos en busca de nuestro pequeño VW Polo para proseguir la aventura hacia Schwalmstadt.

tienda Kassel

De camino al coche encontramos, justo al lado del museo de los cuentos, por supuesto cerrado, una pequeño sapo con una corona…pobre príncipe encantado! Quizás llevara mil años esperando a un príncipe galante y apuesto y no a una princesa, como desde siempre se había presupuesto. Recordad que los cuentos se modificaban por aquello de la moral. No me lo pensé dos veces y bese al príncipe sapo esperando que el milagro se produjera.

sapo

No os diré si sucedió el milagro o no, solo diré que el Sapo no resultó ser amante de los príncipes…

En poco más de veinte minutos llegamos a Schwalmstadt. Ciudad dividida en dos partes. La parte antigua es espectacular. La antigua ciudadela crece en torno a una plaza de tamaño considerable donde pueden apreciarse edificios con más de 400 años. Alrededor de la pequeña ciudadela se mantiene intacto el foso que antaño protegía la ciudad de posibles ataques invasores. El agua fluye por el foso como si no hubiera pasado el tiempo y los puentes, hoy de cemento y hormigón, permiten el paso a vehículos y transeúntes ajenos a la historia que contemplan a diario.

Prácticamente la totalidad de los edificios seguían el mismo orden arquitectónico de entramado de madera, creando un ambiente de ensueño y de cuento. Además se conserva el antiguo fuerte y posterior cárcel en una de las riberas del rio y con acceso desde la plaza. Si vais por la zona no os lo podéis perder.

traje caperutcita Vidriera

Después de internarnos en el museo de Caperucita Roja nos enteramos de que el cuento está basado en el traje típico de la zona, bastante menos glamuroso que el del cuento, y que venía por una pequeña historia que se contaba a las niñas para que no se fueran con extraños, representados en la figura del lobo. El museo en si no tiene mucho sobre el cuento pero sí sobre las costumbres, trajes típicos evolución de la comarca. Aperos y husos antiguos, mapas y sobre todo el edificio donde se ubica, con algunas vidrieras dignas de ser fotografiadas y algunos carteles de casas con más de 400 años.

Capertucita

La parte más nueva tiene menos que ofrecer si no fuera porque ahí se encuentran las estatuas de caperucita y el lobo y de un cuento que recuerdo con especial cariño. El cuento de los 7 cabritillos.

Hay partes de la memoria que creo que se ven dañadas con el paso del tiempo y que los recuerdos que se guardan se ven alterados o seccionados manteniéndose sólo fragmentos. En mi caso hay fragmentos de esta memoria que tienen una potencia superior al resto, el problema es que son recuerdos parciales de, imagino, historias muchos más largos. La historia de los siete cabritillos la tengo a fuego grabada en mi cabeza por un recuerdo de mi querida abuela Isabel que nos contaba ese cuento a los tres hermanos. No recuerdo donde, ni como era de largo, solo recuerdo el sonido y la cara de la yaya imitando a la madre de los cabritillos cuando le sacaba a sus hijos y le metía piedras en la barriga mientras dormía.

cabritillos

Que ilusión me hizo encontrar la estatua que honraba este cuento, más incluso porque desconocía de su existencia y la sorpresa fue enorme. Sin duda uno de los mejores recuerdos del viaje que en su momento guardé para mí y que espero que no se fragmente, con el paso del tiempo, en mi memoria.

Última parada del día antes de volver a Kassel, Bad Wildungen, allí hicimos una visita rápida al castillo de Friedrichstein, dónde nació la leyenda que decía una joven princesa murió allí envenenada y rescatada por siete encantadores seres del bosque, preludio de Blancanieves y los siete enanitos. El centro histórico es muy bonito, fácil de recorrer a pie, pero al ser sábado el castillo había cerrado muy pronto y nos quedamos sin poder visitarlo. Una pena ya que por fuera prometía bastante aunque nosotros estábamos ya muy cansados y la pena fue un poco menor dado que nuestros pies podrían descansar al fin.

castillo

Esa noche no hubo cena homenaje y dos sándwiches regados con cerveza fueron una cena más que justa para poder echarnos a dormir cuanto antes. Al día siguiente los cuentos seguirían fluyendo y teníamos por delante a Rapunzel, el bosque encantado y por supuesto la cena homenaje que teníamos planteada.

Ruta de las Hadas… o de los cuentos de los hermanos Grimm (1ª Parte)

La historia dice que los Hermanos Grimm decidieron mudarse a la ciudad de Kassel, en el centro de Alemania, ya que desde ahí podrían recorrer a pie y a caballo los pueblos cercanos para poder escribir los cuentos que la tradición oral de la vieja Alemania habían mantenido vivos hasta entonces. También se dice que la mayoría de ellos fueron narrados en la ciudad de Kassel por una mujer de la burguesía que siempre había residido allí. Entre historias y leyendas, los hermanos Grimm, crearon una extensa colección de cuentos que hoy llega a todos los niños a través de empresas como Disney.

Kassel

Lo primero que hice, al preparar el viaje, fue buscar acerca de los hermanos y de los cuentos que habían recopilado y la mayor sorpresa fue descubrir que casi todos ellos habían tenido que ser modificados. La reinterpretación de los cuentos era obligada ya que el destino de estos era un libro infantil que estaría en todas las casas alemanas. ¿Os imagináis que hubiera pasado si Hansel y Grettel no se hubieran perdido sino que hubieran sido abandonados en el bosque como antaño se hacía cuando una familia no podía alimentar a un hijo? ¿y si alguna doncella hubiera entregado su flor sin consentimiento al estar dormido desde hacía muchos años? ¿Y si no fuera la madrastra sino la propia madre la coprotagonista del cuento? Pues sí, la verdad que el viaje no había empezado y ya prometía.

Para que sepáis de donde viene lo de los cuentos de Grimm, os diré que en casa, desde que aprendí a leer, siempre hubo un tomo grueso, de tapas duras y grandes que ponía “cuentos de los hermanos Grim”. En ese tomo, que por aquel entonces me parecía gigantesco, estaban todos los cuentos que durante toda su vida esta pareja de hermanos estuvo recopilando. Caperucita Roja, Hansel y Grettel, Papunzel, el Flautista de Hamelín,… todos los cuentos que alguna vez hemos escuchado se habían recogido en aquel fantástico libro.

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Hoy, ese libro, se encuentra en la casa del pueblo, en mi muy querido Chércoles. Lo primero que haré según llegue será buscar el libro y llevárselo a mi pequeño sobrino Little Pishki para que su padre, que es mi hermano, empiece a leérselos cuando comience la época de los cuentos.

Pues bien, desde Bremen, que es donde estábamos, tomamos Kassel como núcleo de nuestro viaje. Allí buscamos un hotel más que recomendable, con desayuno incluido y con la cortesía de un billete para poder coger el transporte público sin cargo alguno durante los días que estuviéramos en el hotel. ¡El viaje empezaba bien!

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El trayecto desde Bremen no se hizo largo, son apenas tres horas por autovía y con un coche alquilado nuevecito el viaje se hizo cómodo. Las expectativas eran altas y las historias y recuerdos de nuestra infancia iban dando paso a nuevos kilómetros recorridos hasta que llegamos al hotel sin haber llegado a repasar todos los cuentos que teníamos en la cabeza.

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Sobre las 12:30 ya estamos en el hotel de Kassel listos y preparados para empezar a visitar la ciudad que más nos sorprendió y cuyo nombre jamás habíamos oído. Había hecho mis deberes así que fuimos directos hacia el BergPark, donde se encuentra el Schloss Wilhelmshohe, que es un antiguo palacio, reconstruido después de la segunda guerra mundial, y que hoy alberga una museo con pinturas de Van Dick, Rubens, … Lo que realmente nos fascinó fue el parqué en sí, y la cascada artificial que jamás se había construido hasta la fecha. En lo alto, la estatua de Hércules parece minúscula, aunque cuando uno lee más acerca del parque y de la estatua de pequeña tiene poco. La cascada la activan en función de la estación, nosotros estuvimos en primavera así que pudimos ver casi el final. Impresionante ver como el torrente de agua caía sobre canalones, escalones y rías construidos por el hombre. Lo malo de la época del año en la que estuvimos es que todavía había nieve y hielo, y esto último no es buen amigo de los escalones cuando tienes que subir unos cuantos para acceder al último mirador. Fue una aventura de las buenas que salvamos muy dignamente sin que ninguno sufriera ningún percance que lamentar.

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Lo mejor fue ver cómo había alemanes que subían y bajaban con zapatos sin ningún problema y como había otros que, incluso con botas hechas para escalar el monte Everest, se sujetaban a la barandilla como si de ellos dependiera el destino de la humanidad. Recuerdo sobre todo a un grupo de italian@s que muy felices fueron cantando mientras subían, al bajar, los silbiditos fueron disminuyendo hasta que varios de ellos cayeron irremediablemente contra el hielo. Afortunadamente no tuvo mayores consecuencias que el dolor de culo y las risas contenidas del resto de aventureros.

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Si alguna vez estáis por la zona os lo recomiendo encarecidamente. El sitio es muy bonita, distinto a lo que me esperaba y cuenta además con varias sorpresas como un puente que parece que ha salido del mismo Rivendel, el castillo de Lowenburg del siglo XVIII que alberga una colección de artículos de la edad media y del propio siglo, los restos de una antigua fortaleza del siglo XII destruida hace ya muchos siglos… es un lugar increíble que merece la pena ser visitado.

En mi caso, dado que las expectativas estaban contenidas, me sorprendió muchísimo. Había visitado otras partes de Alemania pero no me esperaba encontrarme semejante complejo. Con el bosque alrededor, inundándolo todo con mil de sonidos de la naturaleza, la sensación que me embriagó fue indescriptible. Me acuerdo del puente de los elfos y del castillo destruido y en su momento me imaginé como debería de haber sido aquel lugar muchos siglos atrás.

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Esa noche cenamos en lo que pensábamos que era un restaurante turco, dado que se llamaba Topkapi, nada más lejos de la realidad, resultó ser un restaurante Italiano. Después de una cena más que generosa era hora de dormir, al día siguiente nos esperaba el museo de los hermanos Grimm y el pueblo de Alsfeld.