De aviones y pilotos… que en Bremen tambíén hay!

Marugan

Se dice que el vínculo que se crea entre profesionales de la misma rama cuando se está estudiando es más fuerte que cualquier otra relación forjada en un tiempo tan reducido… Creo que mucha culpa de ese tipo de relación la tienen las mil anécdotas que se viven mientras compartes mañana, tarde y noche.

Con Raulito, según el «mi piloto favorito», viví una experiencia anecdótica que en su momentos nos puso la vida del revés. Cada vez que un compañero piloto o mecánico de vuelo se va con el resto de compañeros a cuidar de los que siguen volando me acuerdo de ese día y de alguno más que en su momento contaré.

Raulito

Cuando quieres sacarte la habilitación de instructor, necesitas tener 200 horas de vuelo mínimo. Al acabar el curso de piloto comercial tienes 170 horas, por lo que te ves «obligado» a tener que hacer 30 horas ¡tú solo! Esto implica que puedes llevarte a familia, amigos,… y por supuesto a compañeros pilotos. Uno de esos días nos decidimos por Marugán, pequeño aeródromo de los campos segovianos que recibe su nombre del pueblo cercano. Allí hicimos varias «tomas y despegues», nos paramos en el aeródromo a tomar una Coca-Cola y charlar un rato con el dueño y nos dispusimos a volver al aeródromo de Cuatro Vientos.

Una rápida revisión exterior, todo los parámetros en verde y dentro de límites, leve tirón de los mandos de vuelo…. ¡ya estábamos volando de nuevo! En ese momento nada más importa, solo tú y el avión, y el resto del mundo se disipa para ti. ¡¡¡¡TAC-TAC-TAC-TAC-TAC!!!! Un ruido sordo, como de chapa metálica golpeando o de hélice partida o de un motor a punto de explotar, cualquier cosa podría explicar ese sonido. Cabe decir que con poco menos de 200 horas que tendríamos cada uno, no estás preparado para imprevisto y menos cuando a los 10 segundos de estar volando el mismísimo Thor golpea con furia en alguna parte de tu avión.

152

Raulito y yo nos miramos y nos quedamos de piedra, empezamos a mirar todos los indicadores que había en el panel, incluso los que estaban rotos. Eso es algo que todo piloto sabe, en las avionetas siempre hay algo que no funciona, pero no pasa nada, si tampoco es tan importante…te dicen los dueños. Todo estaba en orden, entonces ¡Que suena!

Como os imaginareis Thor con su martillo estaba ocupado rodando la primera parte de su saga por lo que tenía cosas mejores que hacer que perder el tiempo golpeando un Cessna 152 en medio de algún sitio de la provincia de Segovia. Como la navaja de Ockham dice “la explicación más sencilla suele ser la más sencilla”. El cinturón que te colocas tiene dos cintas, la de la cintura y la del pecho. La cinta superior, la del pecho, no suele tener mucha fama entre los pilotos, así al estar suelta y cerrar la puerta para empezar a despegar, esta se había quedado fuera. Lógicamente al coger velocidad, la cinta empezó a oscilar y enganche metálico del final de la cinta empezó a golpear con la parte exterior de la avioneta….

El suspiro de alivio al darnos cuenta fue como para crear una borrasca de magnitudes épicas. La anécdota, esta vez, acabo bien pero por desgracia a algunas que no siempre acaban bien y cuando esto pasa, este en Bremen, Madrid o Toulouse, me acuerdo de aquellos con los que compartí muchos años de ilusiones, esperanzas, madrugones y apretones de último momento, pero sobretodo compartí el sueño de volar.

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